Durante la guerra, el Ejército estableció una escuela para entrenar a jóvenes de todo el país como pilotos. En las etapas finales del conflicto, muchos de estos muchachos participaron en misiones suicidas y perdieron la vida. ¿Cómo se convirtieron estos adolescentes en soldados y partieron a la guerra? Hablamos con personas cercanas a ellos.
«Cuando todos tus compañeros, que soportaron el mismo duro entrenamiento, van, ¿cómo podrías negarte tú solo?»
Aoki Isamu (96), ex piloto adolescente, recuerda que le preguntaron sobre su disposición para alistarse.
Ingresó a la Escuela de Pilotos Juveniles del Ejército de Tokio en octubre de 1943, a los 14 años. Sus tres hermanos mayores ya servían en el ejército, y su motivación era simple: «Por el bien del país, quería pilotar un avión».
«¡Banzai! ¡Banzai!»
En su partida, muchos vecinos salieron a despedirlo con linternas y vítores. «Yo también puedo ser soldado». Se sintió orgulloso, pero sus padres permanecieron cabizbajos, llorando.
Una vez enrolado, le esperaba una rutina agotadora. Las mañanas eran de clases—japonés, matemáticas, meteorología—y las tardes de entrenamiento militar: arrastrarse con fusiles, puntería, esgrima y más. Cada minuto estaba programado, y cada día se consumía en ejercicios.
Lo más insoportable era el líder del pelotón…