Primera maestra sorda en educación en una entrevista: Mi familia apoyó mi sueño y aspiro a difundir una cultura de empoderamiento

La maestra confirmó que su experiencia educativa y profesional representa un cambio cualitativo en el empoderamiento de las personas sordas dentro del ámbito educativo, señalando que su trayectoria estuvo llena de desafíos que superó con determinación y fe en la capacidad de aprender y lograr.

Explicó en su entrevista que busca ser un modelo positivo para las futuras generaciones de estudiantes sordos, y un mensaje vivo de que la discapacidad no es un obstáculo, sino un camino diferente hacia la excelencia.

¿Quién es ella?

Soy una maestra sorda de la Provincia Oriental, casada con un hombre sordo, y tenemos dos hijos oyentes llamados Saad y Ziyad.

Pertenezco a una familia sorda orgullosa; mis dos padres son sordos, y soy la segunda de cuatro hermanos: mi hermano mayor es sordo como yo, mientras que mi hermano menor y mi hermana son oyentes.

Leyenda

Obtuve una licenciatura en Educación Especial – especialidad en Discapacidad Auditiva – de la Universidad Rey Saud en Riad, a través del Programa de Educación Superior para Sordos e Hipoacúsicos, y me gradué con honores de primera clase.

Actualmente trabajo en el Instituto Amal para Sordos en Dammam, enseñando Matemáticas y Árabe a los grados superiores.

¿Cómo comenzó tu trayectoria educativa y profesional hasta convertirte en la primera maestra sorda del Ministerio de Educación?

Mi viaje educativo comenzó en mi infancia gracias a la insistencia de mis padres y de mi abuela -que Dios tenga misericordia de ella- quienes creyeron en mi capacidad para aprender y triunfar como cualquier estudiante oyente.

Mi padre se empeñó en que asistiera a centros de intervención temprana por la mañana, y en llevarme a sesiones de terapia del habla y lenguaje por la tarde para aprender a hablar y a leer los labios.

Muchas veces me preguntaba: «¿Por qué mi padre me cansa con todos estos entrenamientos intensivos?» Pero cuando crecí, comprendí que él veía el futuro con claridad, y entendía la magnitud de los desafíos que enfrentan las personas sordas, por lo que no quería que yo los sufriera como otros habían sufrido.

En cuanto a mi madre, me enseñó religión usando métodos simples y creativos a pesar de sus limitaciones lingüísticas. Colgaba tarjetas semanales sobre la oración y los recuerdos y nos recompensaba por memorizarlos, inculcándonos valores y fe antes que palabras.

Y mi abuela -que Dios tenga misericordia de ella- tuvo la palabra decisiva en mi vida, ya que rechazó la idea de inscribirme en institutos especiales, e insistió en que estudiara en escuelas de educación pública, diciendo:

«Que esté con las niñas oyentes, es la nieta de Fatima, y puede aprender como ellas, si Dios quiere.»