Nunca habíamos visto a tantas empresas privadas nacionales proponiendo iniciativas audaces como ahora: construir aeropuertos, puertos, autopistas, metros… Todos son proyectos de infraestructura masivos y difíciles, que consumen grandes cantidades de capital, son lentos en generar ganancias y conllevan un alto riesgo…
Por supuesto, las empresas privadas ahora son lo suficientemente fuertes después de 80 años de Independencia, 50 años de Paz, 40 años y 30 años de Integración.
Especialmente, 40 años de Reforma han abierto el mercado nacional, y 30 años de Integración han abierto el mercado global tanto para empresas nacionales como extranjeras.
Las empresas privadas son fuertes, pero puede que no se atrevan a aventurarse si no se sienten seguras para hacer negocios.
¿Se las trata en igualdad de condiciones como a otros sectores económicos? ¿Sus opiniones y sugerencias de políticas son respetadas y escuchadas?
¿Reciben compromisos consistentes que van de la política a la acción? Si es así, entonces pueden tener una confianza real.
Si no, solo se enriquecerán a sí mismas y a sus familias, sin necesidad de preocuparse por la comunidad o el país.
La respuesta «sí» se refuerza cuando aparecen discursos y mensajes desde el liderazgo superior hasta los documentos oficiales.
No solo las empresas, sino también el pueblo está siendo testigo de un período de transformación nacional: reducción de ministerios centrales, fusión de provincias y eliminación completa del nivel distrital para maximizar los recursos para el desarrollo nacional.
Ese es el paso inicial estratégico para elevar la institución hacia una gobernanza nacional. Esa es la reforma cualitativa para que la administración pase del control y la gestión al servicio y la creación, abriendo espacio de desarrollo para todos los sectores económicos, especialmente la economía privada.
Esa estrategia decisiva ha creado un punto de inflexión especial en el Año de la Serpiente 2025, a pesar de que una transformación tan tremenda no es simple ni fácil, por decir lo menos, y debe sortear dificultades iniciales. Si el objetivo final es para el país y el pueblo, entonces «aunque sea difícil diez mil veces, el pueblo se las arreglará para completarlo».
Porque los recursos latentes entre el pueblo se convertirán en una fuerza impulsora extraordinaria si se canalizan correctamente, como se ha hecho con la Reforma y la Integración. Esa fuerza impulsora extraordinaria es totalmente capaz de lanzar el barco del país a la órbita de las naciones desarrolladas, «hombro a hombro con las potencias de los cinco continentes» en las próximas dos décadas.
Cada uno de nosotros está en ese barco y espera contribuir para poder presenciar el día en que el barco llegue a esa órbita.