Ya no podía más. Su familia supone que por eso tomó una decisión tan firme.
A las 8:38 p.m. del 1 de agosto, la Dra. Shao, directora de obstetricia y ginecología de 57 años, cayó desde el sexto piso del Hospital Popular Sexto de Zhoukou (en adelante, «Hospital Sexto de Zhoukou») donde trabajaba, falleciendo finalmente por las graves heridas.
Su familia reveló que, antes de morir, la Dra. Shao había sufrido ataques en línea por parte de involucrados en tres disputas médicas y sus familiares. Dejó una nota suicida detallando los incidentes. Tras lo ocurrido, la Comisión Municipal de Salud de Zhoukou y departamentos relevantes formaron un equipo de investigación que ahora gestiona el caso.
Para quienes la conocían, la Dra. Shao era alguien que valoraba profundamente su reputación y buscaba la perfección en su trabajo. Durante los últimos seis meses, los ataques en línea le causaron una angustia insoportable.
Antes de morir, publicó un último video. Algunos internautas lo vieron: la Dra. Shao apareció con los ojos rojos, sin mencionar suicidio, solo diciendo: «Espero que no haya más ciberacoso en el mundo». También preguntó: «¿Qué opinan de mí? ¿Soy una médica especialmente mala?»
Esos internautas recordaron que muchos en los comentarios la defendieron. Pero nadie sabe si la Dra. Shao llegó a ver esos mensajes en sus últimos momentos.
El último día
En la tarde del 2 de agosto, al día siguiente del incidente, el cuerpo de la Dra. Shao fue trasladado a su ciudad natal en Xinyang. Familiares, amigos, antiguos vecinos y madres a las que ayudó a dar a luz viajaron cientos de kilómetros para asistir a su funeral. Algunos que no pudieron llevar flores se inclinaron ante su tumba.
Luego, su esposo Zhang Li y su hijo fueron al Hospital Sexto de Zhoukou a recoger sus pertenencias.
Para entonces, el hospital había vuelto a la normalidad. Tres o cuatro guardias de seguridad vigilaban la entrada.
La puerta principal daba al edificio de consultas, donde la Dra. Shao cayó. Al oeste estaba el edificio de hospitalización general, con el departamento de obstetricia en el quinto piso. El pasillo estaba en silencio. En el panel rosa de presentación de doctores, la foto de la Dra. Shao seguía en primer lugar.
El destino de Zhang Li estaba al final de este pasillo: una pequeña habitación donde su esposa pasaba la mayor parte de su tiempo.
En realidad tenía su propio apartamento, a solo 10 minutos del hospital. Pero la Dra. Shao casi no iba. Vecinos que vivían abajo años atrás rara vez la veían: tras un largo día de trabajo, si no había comida en casa, «pasaba» a comer. A la mañana siguiente, antes de las 7 a.m., volvía corriendo al hospital.
Esta rutina duró más de una década. Como jefa de departamento, su carga de trabajo era pesada. Su esposo e hijo vivían en su ciudad natal, y en los últimos años solo ella y su madre estaban en Zhoukou. A veces, cuando Zhang Li la visitaba, debía quedarse con ella en el hospital. La habitación originalmente tenía literas: la Dra. Shao dormía abajo mientras Zhang Li lo hacía en el suelo. Luego la reemplazaron por un sofá cama y añadieron un armario, una nevera, una olla pequeña y cajas de almacenamiento para guardar sus objetos más usados.
«Vuelve a casa a vivir», le insistía Zhang Li. Su respuesta era siempre la misma: «No puedo dormir en casa. Dejar a los pacientes aquí me inquieta».
En el último día de su vida, la Dra. Shao pasó su tiempo en esta habitación.
Alrededor de las 7 a.m. del 1 de agosto, llamó a su amiga Wu Maimai.
La noche anterior habían hablado del ciberacoso. Su amiga no insistió en detalles, y la Dra. Shao no los dio, solo quejándose de que ni el hospital ni la policía avanzaban en el caso. Wu Maimai le aconsejó dejarlo ir: «Si es demasiado, vuelve a casa a ver a tus nietos. No es que el hospital no pueda seguir sin ti, eres tú quien no puede dejarlo».
Esa noche, la Dra. Shao también llamó a su esposo. Como siempre, hablaron de asuntos familiares, y al final, ella parecía decidida:
